23/6/07

Una casita en la leprosería

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A principios del s. XII el obispo Guillem de Tarroja mandó construir el hospital de Mesells para expulsar de la ciudad a los leprosos. Es lo que el taxista que me lleva haría ahora mismo con los moros y pakistaníes que han tomado - dice- el Raval: expulsarlos a su tierra a ver si así dejan de robar carteras y de meterse con la gente de aquí. Al mismo tiempo que la leprosería se construyó también la capilla de Sant Llàtzer, en la actualidad uno de los pocos ejemplos de arte románico que quedan en Barcelona. Con más o menos altibajos, la leprosería y la capilla se mantuvieron como contenedor de indeseables durante ocho siglos, hasta que a principios del XX cayeron las murallas, la ciudad se expandió y los enfermos fueron expulsados al otro lado de la nueva frontera, en el municipio agregado de Horta. Cuando entramos en Riera Alta el taxista se desboca. Le digo que cuando él llegó aquí algunos catalanes también pensaban que había que expulsar a tanto andaluz como llegaba. Y el tipo pierde los papeles. Quiere expulsarme de su taxi. La capilla de Sant Llàtzer cerró sus puertas al culto en 1913, y con los años la fueron rodeando de edificios hasta quedar prácticamente escondida. Sólo el ábside románico quedó visible en el interior del patio interior de la manzana. El taxista casi explota cuando, móvil en mano, le digo que no tiene derecho a expulsarme y que voy a llamar a la Guardia Urbana. Cuando llegamos a la plaza del Pedró detiene el vehículo junto a la fuente y la imagen de Santa Eulàlia, y una vez ha cobrado, arranca veloz y me enseña por la ventanilla el puño con el dedo medio levantado.

Durante los años en que estuvo oculta a la capilla Sant Llàtzer sólo se podía acceder por los costados, a través de sendos portales de vecinos, uno en el 105 de la calle del Carme y otro en el 140 de la calle Hospital. A mediados de los 90, el derribo de una vivienda en la calle Sant Llàtzer, que cierra el triángulo que es la manzana, dejó a la vista de toda la ciudad el ábside que hasta entonces sólo podían ver los vecinos. El Ayuntamiento recuperó entonces la plaza del Pedró y la fachada y el interior de la iglesia, la cual se destinó a actos culturales y sociales, como los que celebra periódicamente la comunidad de San Egidio. Hasta ahora, en que da un paso más y se propone remodelar toda la manzana. Las remodelación ha empezado por el lateral de la calle Carme, donde la empresa municipal Foment de Ciutat Vella construye un centro cívico y alojará los servicios sociales que ahora están en la calle Erasme de Janer. En lateral de Hospital, el bloque de viviendas a través del cual se accedía a la capilla escondida, también se está restaurando, parece que con la finalidad de convertirlo en un hotel de entidades. También la cúpula lateral de la capilla, en la zona donde está el sepulcro del santo, se está restaurando. La humedad había hecho mella en la madera policromada de la bóveda barroca y han tenido que cuartearla, desmontarla y recomponerla. Las reformas, supongo que celebradas por los vecinos del barrio, tiene un añadido singular. Un ejemplo que mi taxista no logrará entender nunca. Que además de rechazar y expulsar también es posible y conveniente integrar. La totalidad de los "trabajadores" que llevan a cabo las obras son jóvenes menores de 25 años en situación de riesgo social, que aprenden un oficio contratados por la empresa pública Barcelona Activa.

Ana Maldonado, responsable de programas experienciales - los que aúnan la formación con el trabajo-, me explica que en la ciudad funcionan cuatro escuelas taller como la de Sant Llàtzer: la de Can Soler, en Horta/ Guinardó; la de Can Saladrigas, en Sant Martí, y la Báscula, en Zona Franca. En cada una hay trabajando en la rehabilitación de espacios públicos otros tantos equipos formados cada uno de ellos por 56 jóvenes y 7 monitores. Los jóvenes reciben formación y un sueldo adecuado al trabajo que realizan, y acostumbran a tener un 70% de éxito a la hora de insertarse en el mercado laboral una vez acabadas las prácticas, según revelan las estadísticas tras 20 años de experiencia.

En Sant Llàtzer casi la totalidad de los estudiantes son inmigrados con deficiente formación escolar y alta situación de riesgo. Gracias a Antonio y Juan, dos de los monitores, las prácticas de este año han alcanzado un alto grado de excelencia, como puede verse en la foto. En vez de enseñarles pieza a pieza, los monitores animaron a los aspirantes a carpinteros, albañiles, electricistas, fontaneros y pintores a trabajar en equipo. El resultado es esa casa levantada en el interior de la manzana, con tan buena factura que varias personas se han interesado en comprarla. Especialmente después de que alguien colgara un cartel de "Se vende" seguido del número de móvil de un monitor.

1 comentari:

Rosa Varona ha dit...

Madre mía el taxista, que tío. Aunque hay que reconocer que hay muchos taxistas que tienen más conocimientos y más cultura que muchos que estudiamos una carrera. Aunque veo que te encontraste con alguno del otro lado.

Siempre es un placer que mi blog sea leído por el maestro Madueño. Grazie.

pd.- Este año no se te ha visto por la universidad... Y mira que yo no hago peyas!;)

Un saludo!
Varona