19/11/06

UNA HERENCIA MORAL

Franco murió hace 30 años, pero su herencia moral sigue condicionando nuestros movimientos. Cuando veo que la política ensalza a los líderes, y que antes que recurrir a la opinión de sus militantes, los partidos buscan jefes fuertes "capaces de dirigir el país", pensar en aquel caudillo que lo era "por la gracia de Dios" resulta inevitable.

El muro de Berlín cayó físicamente, pero el que cada alemán mantiene en su cerebro costará generaciones en derrumbarse. Cambien muro por franquismo y la frase seguirá teniendo sentido. El franquismo, sus formas, sus métodos, sigue enquistado en el cerebro colectivo de los españoles. De todos, porque en esto no hay ´hechos diferenciales´. Unos españoles que aún conciben como una debilidad que las decisiones se tomen democráticamente, es decir, por mayoría, y que en vez de entender que los líderes políticos están para servirnos, lo que les piden es que nos guíen como los pastores a sus rebaños.

Podríamos hablar de lo que hace Renfe en Catalunya y llegaríamos a conclusiones similares. Los trenes se averían y dejan tirados a miles de usuarios, pero los responsables que gestionan la red no sienten la más mínima necesidad de informarles. Y mucho menos de justificarse o de pedirles disculpas. La inhibición del funcionario que lo es de por vida, porque la relación laboral con el Estado es a perpetuidad, la lleva cada uno grabada con fuego en el córtex cerebral.

Lo que ocurre en la universidad es el reflejo de la misma cultura franquista - "¡No sabe usted con quién está hablando!"- de lógica mafiosa - "hoy por mí y mañana por ti"- de la que no nos hemos desprendido aún. Lo dijimos en este diario hace siete años, en diciembre de 1999, cuando informamos de que la revista ´Nature´ alertaba de que "el amiguismo en la selección de los profesores universitarios y la esclerosis intelectual de los investigadores funcionarios son una amenaza para el desarrollo científico y económico de España". También informamos entonces de la extensión del amiguismo en las universidades catalanas, con un ejemplo ocurrido en la Autònoma, donde un profesor obtuvo su plaza presentando un trabajo con más de 90 citas copiadas literalmente de un libro. Pues bien, ni la protesta ante el rector Carles Solà - posteriormente conseller de Universidades- ni el recurso ante el Síndic de Greuges de la UAB ni la denuncia de otro profesor que aspiraba a la misma plaza impidieron que el afortunado alcanzara el privilegio de ser para siempre funcionario.

Con las infraestructuras deberíamos modernizar también nuestros cerebros.

http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20061119/51292758982.html